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Sin la experiencia de un paleontólogo y a punta de pica, pala, palustre, alambre y mucho sentido común, Manuel Mendoza se puso en la tarea de extraer los restos de un mastodonte, animal prehistórico, que se ubica detrás del mamut y el elefante en la cadena evolutiva. Esto sucedió el 24 de septiembre de 1972, cuando este habitante de la inspección de Pubenza (jurisdicción del municipio de Tocaima), halló este tesoro arqueológico a cuatro metros de profundidad, en el cerro Piedras Negras de esta población.

Después del hallazgo, llevó al animal hasta su finca, tarea que no fue fácil, pues invirtió cerca de año y medio. Luego de analizar el tamaño de los huesos, expertos determinaron que antes de morir, el ejemplar podía pesar más de 15 toneladas y medir cerca de cuatro metros de altura.

A pesar de la importancia del descubrimiento, durante la década de los 80 y los 90 este quedó de nuevo en el olvido. Tuvo que llegar un nuevo siglo para que tanto la labor de Mendoza, como el valor histórico de los restos pudieran ser reconocidos.

Esto último porque el Instituto de Cultura Departamental, de la mano de la Corporación Autónoma Regional (CAR) y la Alcaldía Municipal, pretenden construir un museo en el que se conservarían no solo las partes del animal, sino otros elementos, entre los que figuran los restos de cocodrilos, con edades superiores a los 20 millones de años, al igual que petroglifos, también hallados en la zona por Mendoza.

El mastodonte de Pubenza ha sido considerado durante muchos años como uno de los hallazgos paleontológicos más importantes de la historia de Colombia. Su descubrimiento copó la atención de Gonzalo Correal y Thomas Van der Hammen, entre otros importantes científicos, algunos de los cuales calcularon que su antigüedad podía sobrepasar los 15 mil años.

En los años 70, Manuel Mendoza, oriundo de Tocaima y quien es dedicado a las labores agrícolas, se ganaba la vida con la extracción de yeso. El 24 de septiembre de 1972, mientras trabajaba, descubrió un área que sobresalía por el color de la tierra; era negro oscuro y contrastaba con el resto del suelo donde solo había tonos claros. La curiosidad de Mendoza pudo más que el cansancio de una extensa jornada de trabajo, por lo que se dio a la tarea de excavar.

Mendoza encontró los primeros huesos a cuatro metros de profundidad. Lo primero que sacó fueron las mandíbulas, que medían un metro con 75 centímetros de largo. Luego extrajo el fémur de 80 centímetros; los huesos, que pertenecían a las extremidades superiores, cada uno de 90 centímetros; el omóplato, de 80 centímetros; nueve vértebras, cada una de casi un metro de largo, entre otros restos que se complementan con falanges, dedos y la tibia que le permitieron completar más de 100 piezas, 47 de las cuales reposan actualmente en Ingeominas.

Pero sus hallazgos no pararon ahí. Años más tarde encontró los restos de otro animal, similar a un cocodrilo, que podría tener más de 20 millones de años. También encontró petroglifos y cerámica indígena elaborada por los Panches, Tayrona, Calima, Pijao y Chibcha, comunidades que se desplazaban por esta región de Cundinamarca por ser un centro comercial que dependía del río Magdalena.

Todos estos elementos que Mendoza conserva en su humilde vivienda, formarían parte del museo que se proyecta construir en esta región, declarada en el año 2000 como patrimonio cultural e histórico del departamento, a través del decreto 02440 del 2000.









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